Es
bastante común que desde el ámbito institucional en un intento desesperado por
captar “clientes” y presentarse como una opción amable y respetuosa vendan la
falsa idea de que es posible parir en la institución como en casa. Una “venta”
que se hace desde la reduccionista mirada de disminuir las intervenciones y decorar
las habitaciones para que parezca que no estás donde si estás. Como si un parto
planificado en domicilio estuviese basado en el hecho de no realizar intervenciones
innecesarias y de rutina, algo que debería ser la norma en todo nacimiento y
que además es el derecho de la mujer y su hijx, sumado a la idea de decorar la
habitación de la institución al estilo casa de revista. Por supuesto este tipo
de iniciativas solo demuestran absoluto desconocimiento e ignorancia cuando
viene de la mano de profesionales que solo han asistido nacimientos en
institución y de hipocresía y burla cuando viene de la mano de profesionales
que efectivamente han asistido o asisten partos planificados en domicilio. En
el fondo el interés de ambxs es el mismo, brutal mercantilismo, hacer de la
atención al parto un negocio más. Y por si esto fuera poco, se trata de un
negocio que banaliza y ridiculiza el parto planificado en domicilio y a las
familias que lo eligen. Nos “venden un producto” envasado y empaquetado con
celofán cuando parir y nacer en autonomía, libertad y bienestar es un derecho,
no una mercancía. Al “comprarlo” seguimos ubicándonos sumisamente ante ellxs,
ante su saber y poder, eso si… con una sonrisita amorosa personalizada. Pagamos
para que no nos digan “mamita”. Esto no es un cambio de paradigma en la
atención perinatal, es maquillaje solamente y del caro, porque, por supuesto al
ser un producto comprable es excluyente y discriminatorio según la billetera del/a cliente.
Lo más irónico es que este tipo de propuestas no son ni serán
nunca alternativas al parto planificado en domicilio (PPD), por más de que
intenten acomodarlo apelando al discurso de que es una opción para las mujeres
que “no se animan a parir en casa”. Las mujeres y familias que no eligen partos
planificados en domicilio, no necesitan una alternativa al parto en casa,
porque no lo eligen, no es muy difícil de entender. Lo que necesitan y es
además su derecho es encontrar en la institución que SI eligen, una atención
que garantice el total ejercicio de sus derechos. Es simple, estas propuestas
son alternativas a la atención institucional dominante, pero claro, ni
siquiera entre colegas quieren ponerse contra la corporación médica y resulta políticamente correcto y conveniente desde el punto de vista del marketing decir que es alternativa al PPD, en vez de tener el coraje de
plantarle cara al modelo de atención institucional nocivo y violento.
El parto
planificado en domicilio (PPD) es un modelo de atención integral en salud que
¡oh sorpresa! Tiene un escenario concreto, la casa de la mujer/familia. Algo
que no es arbitrario, ni parte de una moda snob, por el contrario es toda una
declaración de principios, una decisión política e ideológica. Y si por el
párrafo anterior, alguien piensa que el PPD también es un “producto caro” solo
para “algunxs privilegiadxs”, olvida el detalle que esta realidad es
responsabilidad del estado de no regularlo, ni aceptarlo como parte integrante
de los sistemas de salud inclusiva hacia la comunidad. Al no estar incluido
dentro de la oferta de la salud pública, ni de la sobras sociales y prepagas es
un servicio particular. Esto es ideológico, porque representa un cambio de
paradigma en la atención perinatal y obviamente cambia el concepto de “kiosko”
por el de “servicio”
Ante
todo, que el escenario propuesto para el nacimiento sea el hogar de la mujer da
cuenta de dos grandes pilares de este modelo de atención, el primero que para
el modelo de atención domiciliaria la mujer es la protagonista y el equipo
obstétrico, un invitadx a cuidar y velar por el bienestar de la díada. Lxs
profesionales ingresan al territorio del que ella es dueña, “mi casa mis
reglas”, es ella quien abre la puerta de su vida e intimidad y permite el
ingreso de aquellxs que ella elige, un acto que imprime una simbología profunda
que se manifiesta en el vínculo entre la familia y lxs profesionales de la
salud, el lugar que cada unx ocupa y la manera como se plantea la práctica
obstétrica. Distinto a la institución médica donde quienes juegan de local son
lxs profesionales, y las mujeres (y demás usuarixs) ingresan en calidad de
agradecidxs invitadxs que deben cumplir normas (generalmente contrarias a su
bienestar y dignidad) para garantizar su admisión y permanencia.
Por otra
parte, el escenario elegido, demuestra que el modelo de atención domiciliaria
asume el embarazo, parto y posparto como hechos sanos y fisiológicos (salvo que
haya signos que demuestren lo contrario), por ello suceden en el primer nivel
de atención, lejos de la enfermedad y patología. Que además, son procesos que
responden a la sexualidad e intimidad de la familia, por lo que deben ser
vividos allí donde la mujer/familia encuentra mayor libertad, confianza en sí
misma, comodidad, disfrute, seguridad y autonomía. Y que son hechos fundantes
de gran trascendencia emocional, por lo que deben suceder en un lugar que
preserve su intimidad e identidad, respetuoso de sus costumbres y cultura.
Pero hay
otras cuestiones simples por las que no se puede parir en institución como en
casa, que básicamente se resumen a la obviedad de que una institución no es, ni
será nunca la casa de una mujer. Ni en término valorativos, ni emocionales, ni
logísticos, ni edilicios, ni de capacidad de elección. Quien elige casa decide
quienes entran en ella, no hay la posibilidad de que otrxs ajenxs ingresen en
su hogar a menos que en el momento obtengan su total autorización. Esa misma
mujer transitará el proceso en un espacio que le es propio y conocido,
deambulará con total libertad, si así lo desea por cada rincón de su hogar.
Estará rodeada de sus cosas, sus olores y de los afectos que ella elija, sin límite
de cantidad de personas posibles o espacio a su disposición. No habrá límites
de tiempo marcados por protocolos institucionales o razones diferentes al real
bienestar materno-fetal, no habrá otrxs usuarixs que requieran de atención y
del espacio, toda la disponibilidad de lxs profesionales será para ella. Y por
supuesto no tendrá que irse, ni volver, con el corte de tiempo y espacio que
eso significa. Como tampoco tendrán que cumplir con ciertos requisitos
(determinados cms de dilatación por ejemplo) para poder ser ingresada y contar
con asistencia, por el contrario por lo general será ella quien decide cuándo
desea que el equipo obstétrico ingrese en escena, así como tendrá total
libertad para decidir cuando desea estar sola y cuando acompañada.
No nos
engañemos, por más de que una habitación de una institución esté decorada con
ambiente hogareño, la mujer está confinada a esa habitación y el ambiente
“cálido e íntimo” empieza y termina en las cuatro paredes de esa habitación
alquilada como la de un bello hotel de vacaciones, pero que nunca será propia,
con lo cual sus actos y decisiones estarán siempre atravesadas por el hecho de
ser inquilina (hay cosas que de visitante no se hacen).
El modelo
del PPD no es solo un escenario, no es solo decoración, es una elección de
autonomía y soberanía sobre nuestros cuerpos, el proceso que estamos
atravesando y el bienestar y salud propios y de nuestrxs hijxs, debiendo estar
Integrado y articulado correspondientemente con todos los niveles de atención a
la salud perinatal. No se enfrenta en un vs. a la institución como tal, sino
que forma parte del entramado, pero claro, esto no es rentable para el sistema
y sobre todo le quita el poder que ejerce sobre nuestros cuerpos y el de
nuestrxs hijxs con lo cual o se lo enfrenta, o se lo niega o se lo disfraza,
justamente para perpetuar ese poder.
Es
absolutamente antiético vender un servicio que se asienta en una mentira, que
además mercantiliza un derecho social y legal como es el respeto y la
preservación de la salud y autonomía. No, no es posible parir en institución
como en tu casa, y es sencillo ver la mentira cuando invertimos la ecuación: si
un equipo de PPD planteara que parir con su asistencia es lo mismo que "parir en
institución, pero en casa"; la falsedad e hipocresía quedaría fácilmente
expuesta. Pero una vez más el doble estándar aparece, como socialmente asumimos
a la institución médica como el lugar óptimo y único verdaderamente seguro para
parir (aunque la evidencia científica desmienta esta postura), aceptamos cualquier recurso, incluso la mentira, la información sesgada y la falta de ética con tal de captar más nacimientos para la institución.
Por supuesto
no todas las mujeres/familias se sienten cómodas ni seguras eligiendo la casa
como escenario de los nacimientos de sus hijxs, además de existir casos (el
llamado alto riesgo obstétrico) en los que parir en casa se desaconseja y para
esas mujeres/familias es de vital importancia que existan opciones garantes de
sus derechos, respetuosas de su integridad y dignidad, dentro de las
instituciones médicas Pero es una absoluta falacia e incluso publicidad
engañosa sostener que se puede parir en institución como en casa. Y esa mentira
debe ser desenmascarada.
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